
Pastores y cabreros
En El Gastor, la gaita arranca sonidos ancestrales para anunciar al pastor: "cada pastor tenía su gaita y su toque. Y, por el toque, se sabía si era fulano o mengano...". La gaita gastoreña es un instrumento artesanal, único en el mundo que, gracias a la perseverancia de Salvador Bocanegra, sigue viva en la Sierra de Cádiz.
"La gaita, según mi padre, creo que viene de los íberos y la usaban los pastores pá comunicarse. También un mes ante de Nochebuena pó eran tóa las noches tocando la gaita porque en aquel entonce no había luz, no había radio, no había televisión, pó la gente se tenía que distraé con algo y se distraían tocando la gaita. Muchas veces en toca una serenata a cualquiera que le gustara… Íbamos al campo en busca de cuernos pá la gaita. Son cuernos de vaca, de carnero, de macho cabrío… se mete en agua y cuando se suaviza un poco el cuerno se raspa con un cristá que lo pule y queda mú bien. La pita es un carrizo, y normalmente va por fuera siempre, pero he alterado el método y he creado una boquilla de nogal pá no tenerme que meter la pita en la boca. Esto es artesanal, como esta forma de gaita no hay ninguna, es única en el mundo…" (Salvador Bocanegra Jiménez, El Gastor).
Tiempo inmortal de ordeño y arrobas de lana donde el eco propagaba una sinfonía de gaitas, cencerros, balidos y hondas silbantes, a ratos acallada por los ladridos de los turcos: perros fieles y curtidos en el trabajo duro, que con maestría, conducen los rebaños y acompañan la vigilia de pastores y cabreros en su eterno trashumar.
"Yo he sío pastor y cabrero. Yo encerraba las oveja todavía entre dos luces y por la mañana me levantaba tempranito y pá fuera… Las llevaba a acarrar hasta el atardecer que era cuando se volvían a llevá al campo y las llevaba a darle agua que, que en la mayoría de los sitio había que saca el agua a purso… Y en el verano tóa la noche con las oveja, porque como con la caló no andan… Y luego, tóa la noche pendiente de ellas porque como entonce no había valláos... pó si habían sembraos de melones se los comían… También iba al agostadero cuando segaban en la parte de las campiña, pós siempre se quedaba el rastrojo... Entonce se le pagaba al dueño de aquello por un tanto y tú llevaba allí las oveja un mes, dos mese, tres mese, dependiendo, porque aquí ya no quedaba ná. Un trabajo mú duro… Ah, y luego también las tenías que socolar…eso es como el crío que se hace caca y lo tiene que limpiá la madre... Pó había que quitarle la lana de la cola y de las nalga porque se cagaban, con tal de que no se ensuciara la lana… Y pá cogerle las tetas pá ordeñarla y pá que la leche no… porque si estaba sucio era… Y cuando llegaba el tiempo de la cabaña tenía que ordeñarla solo y a mano, ahí, pum, pum, pum, pum y luego a hacé queso. Y luego, por la tarde a ordeñá otra ve… ¡Tó el día ordeñando! ¡Tó el día haciendo queso y metío en la breña…! Un trabajo mú duro…Siempre en el campo solo, mú lejos de aquí, tó lo días con las cabra parriba, pabajo… Y frío… Y con una manta, una manta de esas de Grazalema, aguantando el frío y el agua… La manta cargaba de agua y le entraba a uno por los ojo…" (Rogelio Moscoso Gutiérrez, Villaluenga del Rosario).