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Despensa de Recuerdos Cocina tradicional de la sierra de Cádiz

Caza menor: de la trampa a la cazuela

En la Sierra de Cádiz, los vecinos con más solera coinciden en decir que: "en el tiempo de la jambre los pajarito, las perdice, los conejo, las liebre… eran la única carne que nos podíamo llevá a la boca. Los pajaritos chicos los hacían guisados, asados y fritos. Le quitaban las plumitas y los enharinaban como los pescados. Valían 3 pts. una docena de pajaritos en los bares" (Ana Aragón, Benaocaz).

A pesar de que la caza de pajaritos ha estado siempre prohibida, en las zonas rurales imperaba "la ley de los que no tenían ná" y, por eso, bien les valía correr el riesgo si, con ello, conseguían llevar a la mesa unas piezas de carne escuálida con las que alimentar a su prole. Un tiempo donde las prohibiciones y el silvestrismo no daban lugar y "se cogía el pájaro que fuera: jilgueros, gorrione, trigueros, lúgano, pechorubio, pitisís, totovías, verdone, cojuales…".

"Para preparar una buena cacería lo primero que había que hacer era explorar el terreno. Primero, que éste estuviera aislado de caseríos, segundo, que el lugar estuviera despejado de Guardia Civil, guardas u otras personas que pudieran interceder en la cacería y, por último, que hubiera pájaros de los mencionados anteriormente. Para todo ello había que estar en el lugar elegido a la puesta del sol, donde empezaba lo que se denominaba ojeo" (Anónimo, Bornos).

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