Diputación Pronvicial de Cádiz

Despensa de Recuerdos Cocina tradicional de la sierra de Cádiz

Caza mayor

A tiro de escopeta llegaron a los fogones de las gentes de parné jabalíes, corzos, muflones, cabras montesas y venáos. Si bien la caza mayor era plato de los señores de reservo y aguardo, en torno a su batida, también encontramos a los intrépidos furtivos: expertos conocedores del terreno y de las querencias de estos animales que, desafiando a la ley, consiguieron hacerse con estas piezas a riesgo de acabar entre rejas.

"Los furtivos tienen una vista especial y en cuanto que veían en el campo cualquier rastro ya sabían que animal había pasáo por allí… Tenían una habilidá enorme para eso. Ya apenas hay furtivos y el furtivo que hay hoy día no mata por hambre, caza por trofeo…" (Anónimo).

Luis Berenguer describe con destreza las vicisitudes de un cazador furtivo en su fantástica novela "El mundo de Juan Lobón" pero, por desgracia, en nuestra Despensa de Recuerdos, no hemos podido recolectar el testimonio vivo de algún otro Juan Lobón de esta sierra pues, cuando en los pueblos se pregunta por el furtivismo se hace mutis por el foro a sabiendas de los problemas que acarrea esta práctica ilegal.
Como mucho, y entre dientes, los más viejos divagan en anécdotas y leyendas que, quizás, en su fábula, encierran una verdad. Sin embargo, no dudan en afirmar, sin titubeos, como si con ellos no fuera la cosa, que "la carne de caza se vendía en lo clandestino… entre los vecinos más allegáos y eso… y en algunas ventas… Gente de confianza, sabe usté".

"La caza mayor ha estáo reconocía más bien para la gente de dinero que ha podío ir a la montería, pagá un puesto  ir al campo a cazá. Aparte, está la gente que va a la montería y que ha decidío regalarle a la persona que ha ido a acompañarlos a batí con los perro o a la recogía de esas reses que se han matáo en el campo, y darle una parte de esa carne... Esa era una forma de comé carne de caza, la otra era jugársela y poné una trampa o con un arma intentá cazá y que no lo viera nadie… También estaba que los propios arrieros que iban a recoger el ganáo que mataban los señores pues a lo mejor al señor lo que le interesaba era el trofeo y le regalaba al arriero, era una forma de pagarle y ese arriero a lo mejor se lo llevaba a casa o lo vendía en algún bar o en alguna venta para su consumo" (Antonio García, gerente del Mesón Rural Mojón de la Víbora, y Antonio Mateo, gerente de la Venta de Ocurri, Ubrique).

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