
Agujas de pelo de cerdo
"Del cochino no se tiraba ni el pellejo, los ojo na más es lo que no se come y dicen hoy en día que tienen muchísimas vitamina" (María Nave, Algodonales).
Infinitas son las virtudes gastronómicas del cerdo que lo hacen aprovechable de hocico a rabo, pero sería injusto pasar por alto la funcionalidad que brindaron sus cerdas a la marroquinería ubriqueña de antaño. Siempre es tema peliagudo el mezclar pelos con viandas, un acto vandálico para el apetito que, en esta ocasión, está más que justificado, máxime si se tiene en cuenta que una de las premisas de nuestra Despensa de Recuerdos es poner en valor la capacidad que tuvieron las gentes de esta sierra para aprovecharlo tó.
"Como antes no había agujas, las mujeres hacían las costuras milimétricas utilizando un pelo de cerdo. Esa era la aguja. El lado de la raíz servía como aguja y por el otro lado, que el pelillo termina en dos, ahí era donde se ingería el hilo y se le daba cera; había que embadurnarlo en cera y meterlo por la ranura del pelo, hacer una especie de tomiza, bien apretadita, y entonce se le daba cera otra vez. ¡Ya teníamos la aguja y el hilo! Después se cogía la lezna, se abría un agujerito, se metía el pelo a la derecha, el otro a la izquierda, se cogía, se cogía y se daba la puntada. Estas costuras, cuando llegaron a América, llegaron los americanos diciendo: queremos ver las máquinas que tienen para hacer esto y los fabricantes de Ubrique llevaron a los americano a las puertas de las calle donde estaban las mujeres cosiendo y le dijeron : mira, la máquinas son Antonia, María, Juana, Pepa… esas son las máquinas que tenemos pá hacé estas costuras. ¡Y haciéndolo todo con un pelo de cerdo!.
Los utensilios que utilizaban estas mujeres para coser eran muy primarios, teníamos un boje y un tirapié de piel con nudos. Las mujeres se sentaban en una sillita baja, se cogían y metían el pié y la maderita la apoyaban en la rodilla … Inmediatamente detrás sale otra cosa que es espectacular que son las tablillas, que es un cacho de manera que está hecha en forma de pinza para sujetar lo que íbamos a coser. Esto era más cómodo porque se apoyaba en el suelo, se cogía entre las pierna y ya se tienen las manos libres para poder coser" (Maribel Lobato, Museo de la Piel, Ubrique).