Las vides de antaño

El paisaje serrano lo completaban las vides generosas cuyos mostos se despachaban a granel en las casas bodega y se servían en cristal basto en tabancos, ventas y ventorrillos, para acompañar las charlas del campo y aliviar la dura jornada de trabajo.
Viñas que hoy nuestros mayores recuerdan con amarga añoranza pues, desgraciadamente, a finales del siglo XIX, sucumbieron al devastador impacto de la filoxera y su desaparición transformó para siempre el paisaje rural de la sierra, afectando especialmente a los afamados Pagos de Pajarete, cuyos vinos gozaban de prestigio a nivel nacional e internacional. "Pero el mal sube como un lagarto venenoso que no pudiera detenerse. De Málaga a Morón. De Morón a Montellano, Villamartín, Prado del Rey…" (De Las Cuevas, J.).
Tras esta debacle es alentador saber que, en la actualidad, un grupo de agricultores está intentando recuperar la importancia vitivinícola de esta zona y se afanan en rescatar el Pajarete de un siglo de olvido. A su esfuerzo se suma la entrega de bodegueros como Salvador Rivero o los Hermanos Holgado que, cada día, luchan contra viento y marea para mantener abiertas las puertas de sus magníficas bodegas sitas en Prado del Rey.
La desaparición del viñedo de la comarca supuso en tiempos una pérdida irreparable ya que en torno al vino no sólo se arracimaban el ocio, el disfrute y el maridaje. El vino era el motor de una cadena económica que traía prosperidad a la sierra, pues en su producción y distribución se empleaban a profesionales de diversos oficios que suplían las diferentes necesidades de la industria vinícola. Valga como ejemplo de los eslabones de esta cadena el hecho de que con el vino se engendrase la artesanía del tapón. En este sentido y como veremos más adelante, es importante destacar el papel que jugó el corcho en el antiguo arte taponero.
Junto a la figura del taponero se maduró la hechura de las apreciadas navajas taponeras o bodegueras -más conocidas como jerezanas o paterneras- cuyo nombre les viene del uso que de ellas hicieron el personal de las bodegas para cortar los tapones de corcho y hacer los venenciadores de caña.
De la afamada producción navajera que proliferó en Jerez, hoy quedan escasos vestigios, y los únicos maestros navajeros que en la actualidad podemos encontrar en la provincia están localizados en Paterna de Ribera. Allí, Pedro Sánchez, hoy jubilado, y su hijo, Maximiliano Sánchez, son los encargados de preservar las afiladas hojas de este oficio y de garantizar la presencia de "La Paternera" en los bolsillos de la historia de Cádiz.
Tras este breve desvío por los senderos del corcho, retomamos nuestro paseo por las viñas de la sierra gaditana para ensalzar la encomiable labor de recuperación del viñedo serrano que están realizando los nuevos agricultores y los bodegueros de la Sierra de Cádiz. Tal es el caso del bodeguero Roberto Salas que, en su finca Canchal Alto, sita en Algodonales, se dedica en cuerpo y alma a sacar adelante la producción de las Viñas de Santa María.
Iniciativas valientes que han empezado a extenderse por los Pueblos Blancos y gracias a las cuales podemos decir que las vides de antaño hoy miran hacia el futuro con el objetivo común de recuperar el prestigio del vino de la comarca: patrimonio líquido que, en tiempos, amenizó los sabrosos eventos de los círculos más selectos y paseó las virtudes de esta sierra por Europa.