Caracoles y cabrillas

Pasando del dulce al salado, caracoles y cabrillas nos acompañan por nuestro recorrido silvestre para mostrarnos las delicias que esconden bajo su caparazón.
Con las primeras lluvias de otoño, las cabrillas campan por los cultivos de secano y su presencia alegra los fogones cuando las ponen a gaitear. Cocinadas en tomate o en salsa, nos invitan a usar el palillo y los sopones de pan.
Ya en primavera, los caracoles sacan sus cuernos al sol y, en calmada procesión, nos salen al paso en las huertas y riberas donde podemos verlos alimentarse de forma indiscriminada de plantas y aromáticas. Parsimoniosos, llevan sus casas a cuesta arrastrando en su camino el fragante olor de la tierra mojada.
Caracoles y cabrillas siempre han sido parte fundamental de la cocina mediterránea y una exquisita fuente de alimento que complementaba la dieta de temporada. Hoy nuestros mayores miran atrás añorando un tiempo en que abundaban en racimos en el paisaje serrano.